Un ángel con alas, con el signo del sol sobre la frente y en el pecho del cuadrado y el triángulo del septenario. Hablo de él en el sentido masculino, pero la figura no es ni hombre ni mujer. Se mantiene vertiendo las esencias de la vida de cáliz a cáliz. Tiene un pie sobre la tierra y uno sobre aguas, ilustrando así la naturaleza de las esencias. Un camino directo sube a ciertas alturas al borde del horizonte, y por encima hay una gran luz, a través del cual se ve vagamente una corona. He aquí una parte del secreto de la vida eterna, como es posible para el hombre en su encarnación. A todos los emblemas convencionales se renuncia aquí.
Así también son los significados convencionales, que se refieren a los cambios de las estaciones, el movimiento perpetuo de la vida e incluso la combinación de ideas. Está, además, falso decir que la figura simboliza el genio del sol, aunque es la analogía de la luz solar, realizado en la tercera parte de nuestro triplicidad humana. Se llama templanza de manera fantástica, porque, cuando reina en nuestra conciencia, los ánimos, combina y armoniza las naturalezas psíquicas y materiales. En virtud de ese reino es que conocemos en nuestra parte racional algo de dónde venimos y hacia dónde vamos.